Introducción
La Astrología encarna para la mente moderna un
valor de irracionalidad irritante. Es natural. Pero
si además es presentada en el circo mediático
-televisivo especialmente- como paradigma de conocimiento
racional, en boca de ciertos payasos bastante irracionales,
la irritación que produce en muchas personas
de buena voluntad es infinita. Como bien decía
Ruperti en su libro Ciclos del Devenir (Edición
de Kier, 1989, pag. 17): Aún hoy, a pesar de
que el individuo detesta contemplarse como víctima
del Universo, este sistema de creencias determinista
persiste en la mayoría de los astrológos.
Sin embargo, esto es lo que hay en el panorama social
acerca de la Astrología y hay que aceptarlo y
digerirlo antes de poder cambiarlo. Por algo serán
así las cosas.
Lo que nos queda a las personas que tratamos de poner
nuestro granito de arena en el paulatino cambio social
que ha de producirse sobre la valoración del
conocimiento astrológico -lo anuncia Plutón
en Sagitario- es explicar nuestra experiencia cotidiana
en la consulta astrológica, complementada esencialmente
con nuestra actitud personal y vivencial, de manera
tal que quien en alguna encrucijada de su vida crea
que la Astrología pudiera serle de alguna ayuda
tenga la oportunidad de acercarse a ella permaneciendo
a salvo de los depredadores exotéricos que tanto
abundan en las terribles selvas de la ignorancia humana.
Dicho de otro modo, el problema de la Astrología
o el uso de su virtud siempre estará vinculado
a los problemas irresueltos o a las virtudes asentadas
de quienes la representan aunque como conocimiento la
Astrología sea, efectivamente, transpersonal
y esencialmente arquetípico.
En esa línea, quiero mostrar algunas pinceladas
de mi trabajo cotidiano en Astrología advirtiendo,
eso sí, del uso terapéutico que de ella
hago y que, en el fondo, no es más que ayudar
a cada persona en la comprensión del problema
que le ocupa y preocupa cuando viene a consulta. En
ese ámbito de trabajo -de fontanería emocional-
aprovecho la capacidad simbólica y arquetípica
que el mapa natal posee para desentrañar los
problemas cotidianos de la persona que pide ayuda y
que se muestran con toda su crudeza cuando está
en crisis vivencial. En esta situación crítica
cada uno solemos leernos mal como problema por lo que
difícilmente alcanzamos soluciones adecuadas.
Es evidente que la propia ignorancia del astrólogo
sobre sus propios bloqueos caracteriológicos
no la resuelve el conocimiento técnico de la
Astrología sino que, muy al contrario, queda
impresa en el uso que de ella hace ante quien le consulta.
Al exponer a continuación los puntos ciegos
existenciales que tienden a padecer los diversos signos
solares, pretendo sencillamente dar una pista aproximada
de por dónde puede ir el trabajo profundo de
la persona de ese signo aunque a menudo se necesite,
previamente, tiempo y paciencia para irse quitando los
muchos velos neuróticos con que solemos tapar
aquello que no tenemos resuelto en nuestro necesario
trabajo para la formación del Ego, trabajo anterior
a cualquier actitud transpersonal, transegoica, que
tanto urge encontrar muchas veces para tapar ansiedades
narcisistas.
Es conveniente recordar la importancia del signo ascendente
y del signo donde se asienta la Luna -junto con los
demás elementos de juicio- que en muchos casos
oscurecen la consciencia solar en el carácter
de la persona. Cuando es así puede afirmarse
que existen bloqueos notables ya que es la energía
solar la fuente de las demás energías
astrales. Tener consciencia del propio Sol es el camino
de integración de la Carta. Quedarse pegado al
Ascendente o la Luna -por ejemplo- es quedar atrapado
en las expectativas del mundo -la imagen- o en las de
mamá -la teta.
Así, Aries es un
signo al que antes o después le toca resolver
en su vida cotidiana el problema del miedo. Existen
muchos disfraces con los que Aries tiende a tapar este
tema. El temor, de fondo, es el miedo al propio sentimiento
de miedo que puede herir gravemente su autoestima, su
esfuerzo por crear y mantener un ego fuerte ante el
mundo, ante los demás y lo demás. Así
vemos que muchos Aries se vuelven temerarios como forma
de tapar su miedo al miedo; otros adquieren una excesiva
actitud competitiva buscando retos que vencer lo que
tiene mucho que ver con su miedo al fracaso; también
hay miedo a la acción consciente, reflexiva,
que les permita decidir teniendo en cuenta las limitaciones
de su energía, las consecuencias y responsabilidades
-a veces dolorosas- de su actitud irreflexiva. Este
miedo Aries tiende a taparlo con prisa, saltándole
por encima, ya sea invadiendo al otro, acelerando el
ritmo natural de los acontecimientos o buscando directamente
la acción como espacio de reflexión.
Aprender quietud y reposo para valorar sus propias
limitaciones y temores es algo que Aries necesita aunque
antes tiene que aprender a desmontar el más seductor
de sus juegos: su narcisismo juvenil y espontáneo
al que tanto cuesta madurar y con el que tan autoindulgente
es él y quienes seduce. Por lo tanto, la temeridad,
la acción irreflexiva, los prontos agresivos
hacia los otros cuando le hieren en su narcisismo, estos
temas suelen ser parte esencial del punto ciego del
arquetipo Aries. No hay duda de que en terapia se precisa
paciencia y actitud decidida para aguantar el tirón
instintivo de Aries y acompañarle en su proceso.
A Tauro le duele el problema
de la rigidez, de la incapacidad para expresar oportunamente
la energía polar escorpiana, la de Marte y Plutón.
La energía yang marciano-plutoniana tiene que
ver con la agresividad sana que necesitamos para vivir
como elijamos -Marte- y con la agresividad cabreada
-Plutón- que no es otra cosa que la energía
pulsional de la vida envuelta en frustración.
Esta energía yang, según su ritmo e intensidad
y el modo de empleo e integración emocional,
da lugar a los sentimientos de ira, rabia, violencia,
ambición, deseo, posesión, compasión
y transmutación. Si lo pensamos un poco no es
posible integrar esta energía visceral sin desestructurar
-en mayor o menor grado- la imagen estable y previsible
que ofrecemos a los demás -el Ego- y que cumple
sus expectativas en la relación a costa de parcelas
de autoafirmación valiosa. Tauro es el arquetipo
zodiacal que fija en sólida estructura caracterial
todo el anterior esfuerzo agónico-egoico de Aries
tratando de alcanzar ese estado de autosuficiencia vivencial
propio del primer signo de Tierra.
De esta manera los bloqueos caracteriológicos
de Tauro tienen que ver con su tendencia natural de
fijar y contener procesos emocionales relacionados con
la agresividad y la autopreservación. Cuando
esta energía exige -en sus distintas manifestaciones-
ser expresada sin paliativos hacia el mundo, Tauro se
embota y sufre de resentimiento -ira y rabia contenidas-
descargado con sus cíclicos ataques de violencia;
sufre de posesividad y codicia -ambición frustrada-;
sufre de celos -deseo inadecuadamente expresado- y sufre,
en suma, de autoagresividad lo que a menudo trata de
contener con mecanismos de obsesivo control dirigidos
tanto hacia el mundo -los demás y lo demás-
como hacia su propia emocionalidad interna. A Tauro,
sin duda, le cuesta muchísimo pedir ayuda desde
su necesidad, desde su carencia. Pero esa es su tarea
consigo mismo.
A Géminis la crisis
suele llegarle cuando se le agotan los regates mentales
y ya no le calma los vacíos su actividad favorita
de coleccionador de datos. Géminis es el primer
signo sin sitio emocional unívoco y entretiene
su desubicación vivencial jugando con la imagen
que despierta en los ojos de los otros. Así logra
la estima ajena a costa de perder la propia extraviándose
sentimentalmente en la mirada de los demás, en
el síndrome terrible de los espejos. Cuando a
Géminis le llega el momento de comprometerse
con sus propios sentimientos entra en crisis puesto
que se ha quedado anclado en los datos, nombres e ideas
de las emociones y precisa entonces atravesar el desierto
de su propia inmadurez adolescente lo que a menudo le
lleva, previamente, a extremos de actividad seductora
o de inactividad depresiva antes de aceptar su propia
torpeza sentimental desde donde aprender la necesaria
irracionalidad de lo pasional.
Descubrir la parte falsa de su seducción -la
que le entretiene de su propia desubicación-
y recuperar el sentido global de sus acciones, en base
a una ética superior -Sagitario- es el trabajo
más difícil para Géminis que deberá
aprender cómo a veces la vida es aburrida y apenas
pasa nada que haya que codificar. Géminis necesita
poner a descansar sus reflejos mentales de concursante
que todo lo sabe para así disfrutar del silencio
y ternura de su corazón. Antes o después
se dará cuenta de cómo tapa ese silencio
con su discurso mental, con su dialéctica de
pin-pon que le impide escuchar las demandas de su alma.
Cáncer es un signo
que sufre de PASADO. Su presente está teñido
de recuerdos que a menudo no lo enriquecen sino que
lo apoltronan. De ahí la fama de Cáncer
con relación a sus cambios de humor, a su hipersensibilidad
bastante susceptible ante lo nuevo, presente o futuro.
Lo que le pasa en el presente, lo que le hacemos o decimos,
se asocia en él con situaciones pasadas y reacciona
según digiera ese cóctel. No es extraño
pues que su estómago lo note tanto. El punto
ciego de Cáncer se asocia con su necesidad de
pertenencia a lo que le rodea, -familia, amigos, amores,
socios, ambiente, etc.- y con su dificultad para entregarse
a la experiencia de la realidad presente. El problema
de Cáncer es que esa experiencia viva del aquí-ahora
la está filtrando con sensaciones y emociones
introyectadas de su pasado que están, por tanto,
coloreando la relación con tonos emocionales
inexistentes para las demás personas.
Con Cáncer hay que trabajar a tope sus introyecciones,
sobre todo aquellas que tienen que ver con la nutrición
emocional de su etapa lunar -teta buena, teta mala-
y ayudarle a darse cuenta de su tendencia a percibir
la realidad presente mediante el filtro de su emocionalidad
pasada, permanentemente actualizada por un culto sublimado
del recuerdo afectivo, de la memoria de lo carencial.
Podría decirse que la hipersensibilidad y desconfianza
de Cáncer se nutre de su dificultad para entregarse
a lo que está pasando sin filtrarlo inevitablemente
por el recuerdo emocional permanentemente presente.
En el fondo todo el trabajo terapéutico de Cáncer
busca hallar su sitio personal frente a la madre o frente
al padre si este fue la fuente significativa de alimento
emocional. Cuando Cáncer tiene este tema cerrado
cambia absolutamente su relación con la realidad.
A Leo se le atraganta el
problema de su autoimagen en el espejo del mundo. Es
muy difícil estar a la altura de vuelo, de expectativas,
de Leo, incluso para él mismo. Generalmente las
crisis le vienen por vía del fracaso tanto profesional
como emocional. Podría decirse que el Sol de
Leo sólo entra en su sombra cuando los acontecimientos
profesionales y, sobre todo, emocionales le oscurecen
lo suficiente.
Suelen necesitar situaciones críticas muy fuertes
para recoger su propia limitación y responsabilidad
pues Leo es maestro en el arte de proyectar sobre el
mundo -lo demás y los demás- las razones
de su tropiezo. Incluso cuando entra en el dolor o en
la depresión Leo tiende a ser el más dolido
o deprimido por la necesidad de este arquetipo solar
de ser el protagonista incluso en su oscurecimiento
doliente.
El punto ciego esencial de este signo -como en los
otros de fuego- es su dificultad para quedarse quieto,
en contacto con sus vacíos. Siempre suele haber
un exceso en la acción o en la quietud que impide
a Leo la autocontemplación consciente. Leo se
siente a sí mismo como centro de atención
de los demás -sobre todo de los suyos- ya sea
en el despliegue activo o en el repliegue pasivo de
su ego. El proceso de sanción terapéutica
de Leo es de los más complicados y a veces necesita
pasar por la depresión profunda o por la somatización
severa. Un buen susto a menudo es la única manera
de parar el hipnotizador autoengaño. Reconocer
y aceptar sus propias limitaciones es lo mejor -y lo
más difícil- que puede sucederle a Leo.
Esto tranquiliza su corazón y lo hace más
presente, más de verdad en su vida cotidiana,
sin necesidad de juegos histriónicos que le falsean.
Virgo siempre acaba topando
con su temor al rechazo emocional puesto que siente
una enorme inseguridad para creer que se merece ser
correspondido sentimentalmente. Es un signo solidario
y solitario que en el ciclo astrológico a menudo
parece estar pagando los excesos egoicos de Leo, el
signo que le antecede.
El foco más neurótico le nace a Virgo
de su propio centramiento en lo mental que le lleva
a codificar su realidad vivencial en función
de ser útil para el entorno con el que se relaciona,
tanto profesional como emocionalmente. Cuando el sentimiento
irracional o instintivo inunda los agudos mapas vivenciales
de Virgo este se bloquea en el mecanismo neurótico
de la Retroflexión y se traga su emoción,
sus necesidades nutricias, a menudo desde una actitud
de estoica resignación activa y ocurrente.
Ponerse al alcance del sentimiento puro y duro lleva
a Virgo a tocar su necesidad insatisfecha y la dificultad
que tiene para pedir desde el miedo a no merecer. La
rabia por la carencia afectiva Virgo la deriva en solitaria
resignación y dolor estomacal para su asimilación.
En terapia Virgo ha de bajar a su propio deshabitamiento
emocional y desde ahí ponerse en paz con su propia
necesidad infantil.
Para ello ha de parar su radar intelectivo tan orientado
hacia la comprensión mental y dejarse estar en
el silencio de su soledad, no para resignares -como
suele sucederle- sino para percibirse en su totalidad
-polaridad Piscis. Admitir la torpeza intelectiva que
suele acompañar este descubrimiento holístico
es duro para Virgo. Sin embargo, con este conocimiento
de sí mismo puede llevar adelante, con mayor
felicidad, su útil destino solidario entre quienes
le necesitan cotidianamente.
A Libra le atrapa la cárcel
de las formas, del diseño ético-estético
que con el pensamiento hace de la vida corporal, emocional
y sobre todo instintiva. Hay una necesidad natural en
Libra que le lleva a buscar la integración antes
de vivir completamente la necesaria polarización
emocional de la realidad. Libra es una experta energía
que pone vendas en las futuras heridas de la agresividad
y la pasionalidad -polaridad Aries- sin antes proceder
a su dolorosa curación a veces precisada de sutura
y desinfección. A un Sol en Libra hay que aflojarle
el nudo mental con el que ata el dolor y la rabia de
su corazón y mostrarle, suave y tenazmente, el
camino del cuerpo, del músculo que descarga físicamente
su contención emocional. Aunque practica para
sí mismo la Deflexión intelectiva -las
pajas mentales- como buen signo de Aire su trabajo terapéutico
es recoger sus acertadas proyecciones sobre los otros
para sí mismo.
La irritación que Libra puede producir -en quienes
asesora- nace de su tenaz negativa a admitir la herida
bajo la venda que, previsoramente, coloca encima. A
Libra le cuesta ver la coherencia implícita en
manifestar rabia y agresividad contra aquello que consciente
o inconscientemente nos ha herido. Quiere tapar el dolor
de las heridas con la venda del Inconsciente que parece
ser el responsable impune de muchas faenas. Sin embargo,
también somos responsables de semejante Inconsciente
cruel al que la impunidad -esa imagen de saco oscuro
e irremediable que le damos- tan sólo ayuda a
que engorde para estallar con mayor violencia posteriormente.
Cuanto más se soslayan los trabajos de consciencia
de nuestro Marte asertivo más nos ponemos al
alcance de los terremotos de Plutón. Aprender
la lección de Marte, su uso acertado, es esencial
para todas nuestras relaciones. El peligro de somatización
y rigidez corporal está detrás de la evasividad
venusiana de Libra. El trabajo consciente para defender
el propio sitio, ante la invasión ajena, puede
dar a Libra una buena senda para aprender a decidir
desde sus necesidades.
La cárcel de Escorpio
se teje como antídoto ante las viejas heridas
de su primigenia vulnerabilidad infantil. Estas heridas
con el tiempo quedan envueltas en un hipnótico
y autohipnótico papel de regalo que las hace
brillar como focos de sutil y contundente energía
psicológica y emocional con la que el intenso
Escorpio seduce o asusta a quienes le tratan. La dificultad
del Sol en Escorpio consiste en aceptar su profunda,
apasionada y compasiva sensibilidad, vulnerada, en su
propia fragilidad, por las primeras heridas de toda
educación social y familiar.
El problema de esta aceptación es topar, en
ese reencuentro, con el lote completo de la sensibilidad
escorpiana donde se esconden los viejos resentimientos
y venganzas contenidas -tempranamente empaquetadas-
junto con su sentido profundo de la entrega y la compasión.
Sin embargo, suelen ser esas viejas deudas -que tanto
han afinado su estrategia emocional para la autopreservación-
las que de vez en cuando conducen a Escorpio al infierno
plutoniano de la violencia destructiva y autodestructiva.
La mala fama de vengativo y duro Escorpio se la gana
en su necesidad pulsional de vomitar, de vez en cuando,
esos regalos envenenados que lleva dentro. Necesita
expulsarlos para limpiar su corazón amoroso de
los viejos rencores oxidados. Escorpio es un signo auténtico
y visceral al que la adulación no le llega pero
es también el signo más exigente y autoexigente,
el juez más terrible al que sólo la compasión
da descanso. Y este es su problema mal leído.
El trabajo con Escorpio gira alrededor de la presencia
y confianza terapéuticas. Sólo si Escorpio
se llega a fiar de quien le ayuda y acompaña
en su viaje interior -sólo entonces- se atreverá,
en un doloroso y difícil parto, a mostrar y mostrarse
en su dolor, en su corazón herido. Sin duda su
profunda capacidad de consciencia hará el resto.
Sagitario entra en crisis
por sus propios abismos internos tras agotarse y agotar
todos los viajes exteriores por los más exóticos
y lejanos abismos naturales, espirituales o deportivos.
Cuando en su cansancio le toca la desesperanza existencial,
Sagitario descubre su dificultad para comprometerse
con la vida cotidiana y dejar de correr.
Descubre su temor al dolor, al sufrimiento, a la soledad
cuando ya no le quedan creencias que perseguir para
tranquilizarse o lugares y personas donde escaparse;
es entonces cuando entra en crisis, a menudo crueles
y destructivas si no están contenidas por un
disciplinado trabajo de consciencia personal.
Es muy duro el aterrizaje -casi siempre forzoso- de
Sagitario en la realidad cotidiana de sus dudas, de
sus miedos vivenciales. Pero es cierto que tiene suerte
aunque le cuesta mucho tiempo y silencio aprender a
aprovecharla.
Precisamente esta sensación de suerte en los
problemas, en los callejones sin salida, que a menudo
siente Sagitario, puede aumentar su desesperación
en momentos de crisis profundas -donde el camino se
pierde en la noche y hay que aprender a esperar el nuevo
día-, llevándole a buscar mágicos
atajos por los que escapar de su verdadera dificultad:
permanecer en el presente doloroso y desesperanzado
hasta atravesarlo con paciencia y susto.
Sagitario no necesita tanto ponerse en paz con su diablo
interno -Escorpio- como aceptar el susto que le produce
el silencio de dios, el autismo de la Vida ante su demanda
angustiada de sentido trascendental en lo cotidiano.
Capricornio es un misterio
debajo de una fría estrategia ambiciosa que cuando
se rompe muestra un corazón entre pañales.
Se deprime bastante y casi siempre cree que es debido
a temas de trabajo, económicos o de cualquier
otro deber que hay que cumplir y que no deja sitio al
niño frustrado que lleva dentro. Aquí
no hay que extenderse mucho: el problema de Capricornio
es su niño ausente, su incapacidad para jugar,
para divertirse. La vida acaba siendo algo muy serio
para un Capricornio y eso no lo aguanta mucho tiempo
ni él ni los que le rodean y que tanto necesita.
Tal vez sea este el signo zodiacal que menos siente
la necesidad de ser ayudado emocionalmente puesto que,
en el fondo, su temor es encontrarse un corazón
de piedra donde otros lo tienen de carne y hueso.
Emocionalmente Capricornio depende de su energía
polar, Cáncer, y en cierta manera es verdad el
tópico de su frialdad calculadora pero ni siquiera
Capricornio puede vivir sin el calor del amor, de la
ternura. Es esa dependencia que siente de la energía
Cáncer, para sentirse emocionalmente vivo, la
que le lleva al más terrible de sus vacíos:
el miedo al abandono. Sentirse emocionalmente abandonado
lleva a Capricornio al ártico feroz de su soledad
y al frío absurdo de los frutos materiales y
profesionales no compartidos. Atravesar ese miedo al
abandono pidiendo la nutrición emocional que
necesita, luchando por ella, es la tarea más
difícil de Capricornio que muchas veces compra,
controla o estratégicamente abandona el corazón
de quién le da ternura, quedando atrapado en
ese Saturno terrible que, por miedo a ser destronado,
se come a sus hijos, uno a uno. En terapia, enfrentarse
al padre que le devoró con los dientes del deber
y del juicio es imprescindible para Capricornio.
El problema de fondo de Acuario
es ese aire impasible y distante con que a menudo los
nativos de este signo meten el dedo en el ojo sensible
de los temores y las creencias de sus congéneres.
Dedo que, aunque envuelven en el guante sutil de la
racionalidad más progresista y liberadora, adolece
del respeto a la lágrima de la debilidad humana,
adolece de respeto al ritmo anticuado y perezoso con
que la tradición y la historia profunda de los
hombres va despertando al amanecer del nuevo fuego prometeico.
El despertador de los acuarianos asusta por su fría
contundencia sonora aunque sea para anunciarnos buenas
nuevas. Mientras Libra necesita al otro de carne y hueso
-su presencia receptiva- para sentirse vivo, o Géminis
-el otro signo de aire- necesita al otro entretenido
e interesado para conseguir eso mismo para sí,
Acuario puede renunciar a esa realidad de contacto presencial
y de mutua necesidad para la relación. Así
Acuario tiende a neurotizarse pensando la vida y las
relaciones como complemento de axiológias, ideologías
y estructuras que vivencialmente cumplen su pensamiento.
Los calores, olores, tactos y exabruptos dolorosos o
felices que sienten, por ejemplo, los demócratas,
si no les impiden ejercer su voto, a Acuario se le escapan
por el agujero de su horizonte progresista y democrático.
Traerle al presente limitado y frustrador de su vida
cotidiana donde el ideal solidario y libre naufraga
en los platos por fregar o en los deseos monótonos
de la pareja, ese es un trabajo nada fácil para
un terapeuta que quiera acompañar a un Sol en
Acuario en su viaje de regreso al aquí y ahora
de su propia vida. El individualismo perfeccionista
de Acuario le hace un gran elemento de evolución,
de cambio y mejora, pero le niega la ternura para aceptar
compasivamente lo que hay, disfrutando de ello sin expectativas
idealizadas que enturbien la experiencia de la realidad.
Es una contradicción muy arraigada en los Acuario
aquella por la cual defienden los valores humanistas
más progresistas con su cabeza y a la vez se
muestran fríos y poco humanos, en lo más
humano, en el corazón. Ver su Saturno es la tarea
que más cuesta a Urano pero no hay otro modo
de tener libertad que hacernos responsables de ella
limitándola en el respeto a la libertad de los
otros, incluso si eligen seguir presos en la cárcel
saturniana de su realidad.
Piscis es un signo paradójico
y, como Acuario, de difícil asiento en la realidad
social que nos envuelve y limita. Simbólicamente
en él se diluye el Ego, que reaparecerá
en Aries, y, por tanto, valores transegoicos como la
confluencia compasiva, el altruismo, el servicio a los
demás y la falta de ambición material
tienen en Piscis su lugar. La ausencia de estos valores
en su vida cotidiana y la tristeza profunda que ello
le provoca hace que Piscis sea uno de los signos más
habituales en todo tipo de terapias o actividades de
crecimiento personal. También es cierto que muchos
se extravían en las ciénagas del poder
y la superstición y que fácilmente acaban
en adicciones farmacológicas o emocionales que
les hunden cíclicamente en etapas de honda depresión
y soledad. Sea cual sea el extravío vivencial
que sufre Piscis-emocional, ideológico, exotérico,
espiritual- estas etapas de profunda soledad le dan
la oportunidad de tocar su fondo arquetípico
desde donde poder entender su esencial actitud de servicio
amoroso que palia el sufrimiento de las luchas del Ego
mientras se forma y se transforma. El Ego de Piscis
es lubricante amoroso para las heridas de crecimiento
de los demás Egos solares.
Una vez que Piscis entiende esto le importa menos cristalizar
su Ego social alrededor del mundo de la política,
de la religión, de los desheredados o de la propia
familia. La paz interior de Piscis está en aliviar
las heridas de las guerras egoicas de esta cultura competitiva
y cruel, aceptando esa realidad compasivamente. Cuando
Piscis entiende esto desde su más profunda soledad,
con ayuda terapéutica o sin ella, algo se encaja
para siempre en el corazón de este signo. Casi
siempre con Piscis es utilísimo explicarle todo
esto en el lenguaje simbólico que mejor entienda
y acompañarle en la travesía del desierto
de su soledad, de su temor a sí mismo, a su propia
trascendencia natural. Bien es verdad que el camino
de Piscis a menudo no parece encontrarse en este mundo.
Sin embargo, el desierto tiene sus propias sendas y
cuando Piscis las encuentra ve crecer la hierba bajo
sus cósmicos pies.
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