La Luna tiene un
papel esencial en la consulta, tanto la Luna del cliente
como la del propio consultor. Ante todo, una consulta
es una situación de contacto y, por lo tanto, consiste
en una relación entre ambos. La calidad de esa
relación depende de si el consultor es capaz de
encontrar el ¨"hilo" hacia el otro, llegar
hasta él y contactar con su esencia. Si lo consigue,
después de la consulta jamás se sentirá
cansado, sino enriquecido, y el cliente se irá
con más seguridad, confianza en sí mismo
y valor para afrontar sus problemas. Pero esto no se consigue
con la cabeza, sino con el corazón: mediante comprensión,
apertura, apoyo y simpatía, todas ellas cualidades
que nos regala la Luna. La Luna crea el acceso, es la
clave para la comprensión de un ser humano.
Para dar el justo valor al significado y la importancia
de la Luna en astrología, recordaremos en primer
lugar su simbolismo y significado en el horóscopo
individual y después describiremos su funcionamiento
en la situación de consulta.
LA LUNA EN EL PENSAMIENTO MÁGICO
Remontándonos a los orígenes de la astrología,
nos encontramos en una época en que el ser humano
todavía tenía una imagen mágica
del mundo. Vivía mucho más expuesto a
las fuerzas de la naturaleza y experimentaba de forma
directa las cualidades de las estaciones y de las diferentes
horas del día.
Para la valoración adecuada del simbolismo original
de la Luna también debemos tener en cuenta el
clima de la zona en que la astrología surgió.
Se trata del caluroso clima del oriente próximo.
Allí, además del aspecto dador de vida
del Sol, se vivía intensamente su efecto destructivo
pues tenía el poder de secar la tierra y quemar
las cosechas. En esa zona el agua era (y es hoy en día)
un bien muy preciado, y la Luna, como regente de los
fluidos de la naturaleza, se relacionó muy pronto
con el agua tan necesaria para la vida. Se reconoció
su influencia en las mareas, en el ciclo femenino, en
los períodos de apareamiento de los animales
y en el crecimiento de las plantas. Se la veneraba como
símbolo de fertilidad y, como todavía
no se conocía la relación entre el acto
sexual y la fecundación, representaba también
el misterio del embarazo.
Sus fases correspondían a los ciclos de la naturaleza
y su forma cambiante a los procesos de crecimiento de
todo lo vivo y por eso se la relacionó con los
grandes ciclos de nacimiento, desarrollo, decrecimiento,
muerte y renacimiento y, por antonomasia, con la vida
misma. También se reconoció su influencia
en los cambiantes sentimientos de los seres humanos.
La fase creciente tenía que ver con los sentimientos
positivos, puesto que el crecimiento suponía
un aumento de su luz y la llegada de la Luna Llena,
que se celebraba con gran alegría. La fase decreciente
se relacionaba con los sentimientos negativos, negadores
de la vida, puesto que la Luna menguante mostraba su
carácter efímero y la cercanía
de la muerte.
En la oscuridad, el mundo deja de ser objetivo, claro
y familiar. Los contornos se debilitan, se llenan de
secretos o se disuelven completamente. La oscuridad
se traga las formas y los ruidos. La fantasía
se estimula cuando todo se vuelve cambiante y lleno
de posibilidades. En la calma de la oscuridad se incrementa
la sensibilidad de nuestros sentidos y los miedos irreales
pueden poseernos porque los temores son más difíciles
de acallar que a la luz del día. Sueños
y pesadillas nocturnas nos secuestran y nos llevan a
un mundo más allá del tiempo y del espacio,
de las leyes de la lógica, y nos muestran como
es de verdad nuestro interior. La Luna nos une con las
capas profundas de los sentimientos, con lo inconsciente,
lo instintivo y vegetativo, con un antiquísimo
conocimiento personal y colectivo que ella almacena
y que nos une a toda la humanidad, puesto que los sentimientos
son los mismos en todo el mundo y en todas las épocas.
EL NIÑO INTERIOR
La Luna, como nuestro yo emocional, representa la parte
que está oculta para nosotros, aquellos sueños,
deseos, esperanzas y miedos que nos influencian de forma
permanente y que condicionan nuestras acciones en un
alto grado, ya que el hecho de que sean inconscientes
incrementa su poder. Cuanto más neguemos nuestra
dimensión lunar, más persistente será
su forma de hacerse notar.
Así como el Sol muestra cómo queremos
estructurar nuestra vida de forma activa y consciente,
la Luna muestra cómo reaccionamos a impresiones
de todo tipo, de forma espontánea y no controlable,
siempre polarizados entre la simpatía o la antipatía,
la atracción o el rechazo. La Luna, como yo emocional,
se define y experimenta mediante la reflexión
en un tú y, de la misma forma que no tiene luz
propia sino que refleja la del Sol, nuestro ego emocional
sólo se experimenta en el contacto con los demás.
La Luna necesita colectividad, pertenencia, seguridad,
proximidad y amor. Esto lo experimentamos en primer
lugar en la unidad con la madre, cuando todavía
no nos sentimos separados de ella, mediante su confirmación
llena de amor y su reflejo. Al principio de la vida
somos totalmente dependientes de la ayuda y el amor
de otros seres humanos y, según la calidad de
estas experiencias, se estructurará nuestra capacidad
y comportamiento posterior en el contacto. Nuestra madre
es nuestra primera impresión del mundo y determina
las esperanzas y actitudes ante la vida, si nos sentimos
seguros y confiados o si nos refugiamos en un mundo
ficticio anhelando un inalcanzable confort.
La Luna como yo emocional y como niño en el
modelo familiar nos da información sobre esas
primeras impresiones y experiencias. Muestra las necesidades
de amor más profundas y los miedos al rechazo
y la soledad de nuestro niño interno, que siempre
permanece vivo. Su situación en el modelo de
familia permite deducir el tono anímico de esta
vida, si puede irradiar su belleza con muchos aspectos
en la zona de contacto, o si está apartada y
sola en un lado sin recibir ningún tipo de consideración,
con la infinidad de variantes intermedias. Conjuntamente
con Saturno (la madre) y el Sol (el padre), el niño
relata la historia de la familia interior, la relación
de sus miembros entre sí. A nivel de la personalidad,
esos tres planetas son los tres polos entre los cuales
debemos establecer un equilibrio cuerpo-alma-espíritu.
A partir de la posición de la Luna debemos aprender
a clarificar e integrar nuestras experiencias de la
infancia para que el yo emocional se pueda mostrar neutral
y libre de la dualidad de los sentimientos, siendo realmente
capaz de reflejar a los demás. Una Luna así
nos hace comprensivos, compasivos y sensibles ante las
necesidades de los otros; nos permite dar y recibir
amor y no exigirlo.
En su cualidad más pura, la Luna representa
nuestra capacidad de contacto despreocupado, es el niño
juguetón que, alegre y sin malicia, se acerca
a los demás; el niño libre e independiente
lleno de alegría de vivir, abierto a nuevos encuentros
y experiencias, que ve la vida como un juego divertido,
sin inhibiciones para enunciar sus necesidades y expresar
sus sentimientos de forma directa, que es consciente
de sí mismo y se sabe amado porque es auténtico.
Desdichadamente, este niño libre y creativo
es muy raro de encontrar en nuestra cultura. De todos
modos, sea cual sea la posición de la Luna, siempre
ejercerá una influencia decisiva sobre nuestra
calidad de vida y nuestra alegría de vivir, puesto
que de ella depende en gran medida nuestra capacidad
de contacto. Como consecuencia de esto, la Luna participa
de forma importante en muchos de los problemas que llevan
a las personas a una consulta, sean cuestiones de relación
de pareja, de educación, de salud o profesionales.
LA LUNA Y LAS RELACIONES
La crisis en las relaciones de pareja o la dificultad
de encontrar una pareja adecuada son algunos de los
motivos más frecuentes para acudir a la consulta
de un astrólogo, muy a menudo con la esperanza
de saber cuándo las estrellas serán favorables
para el amor y aparecerá la pareja soñada,
sin tener que cambiar o cuestionarse uno mismo. No obstante,
el profundo y arraigado deseo de amor y de realización
en una relación de pareja, la incapacidad de
encontrarla y el sufrimiento que ello supone para la
Luna, son una oportunidad para iniciar la investigación
sobre uno mismo y el laborioso camino de autoconocimiento.
En psicología astrológica intentamos
descubrir las causas internas de las dificultades en
la relación mediante el modelo familiar, el modo
en que hemos interiorizado las relaciones niño-madre,
niño-padre y padre-madre y las posibilidades
de contacto que hemos aprendido de ello. La primera
relación con nuestra madre, o la persona que
desempeñara ese papel, es esencial. De su cualidad
dependerá nuestro comportamiento posterior, pues
tenemos la tendencia a repetir ese modelo y considerarlo
como único posible. Por ello, proyectamos en
nuestra pareja la expectativas sobre una madre buena
o mala hasta que reconocemos el mecanismo. La capacidad
de nuestra madre real para satisfacer nuestras necesidades
de amor y seguridad, pero también para soltarnos
y dejarnos crecer, son decisivas en nuestras futuras
relaciones. La relación con el padre debe ayudar
a desprenderse de la unión exclusiva con la madre
y a percibir alternativas. Si durante el desarrollo
en la infancia nos quedamos atascados sin superar alguna
de sus fases (simbiosis, desprendimiento y triangulación),
será difícil establecer una relación
madura de pareja.
La relación de los padres entre sí como
pareja, que el niño experimenta desde su punto
de vista, también influye en sus relaciones adultas.
El modelo de esa relación, si transmitía
al niño amor, seguridad y confianza o, por el
contrario, miedo, rivalidad e inseguridad, tendrá
unas consecuencias en sus relaciones posteriores.
Aunque tenemos el deseo de aportar todo nuestro ser
a la relación de pareja y de comunicarnos con
el otro a todos los niveles, en su mayor parte, la selección
se produce basándose en motivaciones inconscientes,
sobre la base de necesidades no colmadas de la Luna.
Una Luna que no haya recibido atención seleccionará
una pareja que satisfaga esa necesidad de recuperar
y seguramente será extremadamente exigente desde
el principio, descargando sobre el otro su vieja frustración
y odio cuando no responda a sus demandas. Por otra parte,
una Luna de la que se haya abusado, tendrá miedo
de entablar una relación.
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