Astro-Campus

Autor:
Mavi Alburquerque/ Renata Klaesi

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.La luna, nuestro niño interior
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LA LUNA, NUESTRO NIÑO INTERIOR (I)
La Luna tiene un papel esencial en la consulta, tanto la Luna del cliente como la del propio consultor. Ante todo, una consulta es una situación de contacto y, por lo tanto, consiste en una relación entre ambos. La calidad de esa relación depende de si el consultor es capaz de encontrar el ¨"hilo" hacia el otro, llegar hasta él y contactar con su esencia. Si lo consigue, después de la consulta jamás se sentirá cansado, sino enriquecido, y el cliente se irá con más seguridad, confianza en sí mismo y valor para afrontar sus problemas. Pero esto no se consigue con la cabeza, sino con el corazón: mediante comprensión, apertura, apoyo y simpatía, todas ellas cualidades que nos regala la Luna. La Luna crea el acceso, es la clave para la comprensión de un ser humano.

Para dar el justo valor al significado y la importancia de la Luna en astrología, recordaremos en primer lugar su simbolismo y significado en el horóscopo individual y después describiremos su funcionamiento en la situación de consulta.

LA LUNA EN EL PENSAMIENTO MÁGICO

Remontándonos a los orígenes de la astrología, nos encontramos en una época en que el ser humano todavía tenía una imagen mágica del mundo. Vivía mucho más expuesto a las fuerzas de la naturaleza y experimentaba de forma directa las cualidades de las estaciones y de las diferentes horas del día.

Para la valoración adecuada del simbolismo original de la Luna también debemos tener en cuenta el clima de la zona en que la astrología surgió. Se trata del caluroso clima del oriente próximo. Allí, además del aspecto dador de vida del Sol, se vivía intensamente su efecto destructivo pues tenía el poder de secar la tierra y quemar las cosechas. En esa zona el agua era (y es hoy en día) un bien muy preciado, y la Luna, como regente de los fluidos de la naturaleza, se relacionó muy pronto con el agua tan necesaria para la vida. Se reconoció su influencia en las mareas, en el ciclo femenino, en los períodos de apareamiento de los animales y en el crecimiento de las plantas. Se la veneraba como símbolo de fertilidad y, como todavía no se conocía la relación entre el acto sexual y la fecundación, representaba también el misterio del embarazo.

Sus fases correspondían a los ciclos de la naturaleza y su forma cambiante a los procesos de crecimiento de todo lo vivo y por eso se la relacionó con los grandes ciclos de nacimiento, desarrollo, decrecimiento, muerte y renacimiento y, por antonomasia, con la vida misma. También se reconoció su influencia en los cambiantes sentimientos de los seres humanos. La fase creciente tenía que ver con los sentimientos positivos, puesto que el crecimiento suponía un aumento de su luz y la llegada de la Luna Llena, que se celebraba con gran alegría. La fase decreciente se relacionaba con los sentimientos negativos, negadores de la vida, puesto que la Luna menguante mostraba su carácter efímero y la cercanía de la muerte.

En la oscuridad, el mundo deja de ser objetivo, claro y familiar. Los contornos se debilitan, se llenan de secretos o se disuelven completamente. La oscuridad se traga las formas y los ruidos. La fantasía se estimula cuando todo se vuelve cambiante y lleno de posibilidades. En la calma de la oscuridad se incrementa la sensibilidad de nuestros sentidos y los miedos irreales pueden poseernos porque los temores son más difíciles de acallar que a la luz del día. Sueños y pesadillas nocturnas nos secuestran y nos llevan a un mundo más allá del tiempo y del espacio, de las leyes de la lógica, y nos muestran como es de verdad nuestro interior. La Luna nos une con las capas profundas de los sentimientos, con lo inconsciente, lo instintivo y vegetativo, con un antiquísimo conocimiento personal y colectivo que ella almacena y que nos une a toda la humanidad, puesto que los sentimientos son los mismos en todo el mundo y en todas las épocas.

EL NIÑO INTERIOR

La Luna, como nuestro yo emocional, representa la parte que está oculta para nosotros, aquellos sueños, deseos, esperanzas y miedos que nos influencian de forma permanente y que condicionan nuestras acciones en un alto grado, ya que el hecho de que sean inconscientes incrementa su poder. Cuanto más neguemos nuestra dimensión lunar, más persistente será su forma de hacerse notar.

Así como el Sol muestra cómo queremos estructurar nuestra vida de forma activa y consciente, la Luna muestra cómo reaccionamos a impresiones de todo tipo, de forma espontánea y no controlable, siempre polarizados entre la simpatía o la antipatía, la atracción o el rechazo. La Luna, como yo emocional, se define y experimenta mediante la reflexión en un tú y, de la misma forma que no tiene luz propia sino que refleja la del Sol, nuestro ego emocional sólo se experimenta en el contacto con los demás.

La Luna necesita colectividad, pertenencia, seguridad, proximidad y amor. Esto lo experimentamos en primer lugar en la unidad con la madre, cuando todavía no nos sentimos separados de ella, mediante su confirmación llena de amor y su reflejo. Al principio de la vida somos totalmente dependientes de la ayuda y el amor de otros seres humanos y, según la calidad de estas experiencias, se estructurará nuestra capacidad y comportamiento posterior en el contacto. Nuestra madre es nuestra primera impresión del mundo y determina las esperanzas y actitudes ante la vida, si nos sentimos seguros y confiados o si nos refugiamos en un mundo ficticio anhelando un inalcanzable confort.

La Luna como yo emocional y como niño en el modelo familiar nos da información sobre esas primeras impresiones y experiencias. Muestra las necesidades de amor más profundas y los miedos al rechazo y la soledad de nuestro niño interno, que siempre permanece vivo. Su situación en el modelo de familia permite deducir el tono anímico de esta vida, si puede irradiar su belleza con muchos aspectos en la zona de contacto, o si está apartada y sola en un lado sin recibir ningún tipo de consideración, con la infinidad de variantes intermedias. Conjuntamente con Saturno (la madre) y el Sol (el padre), el niño relata la historia de la familia interior, la relación de sus miembros entre sí. A nivel de la personalidad, esos tres planetas son los tres polos entre los cuales debemos establecer un equilibrio cuerpo-alma-espíritu. A partir de la posición de la Luna debemos aprender a clarificar e integrar nuestras experiencias de la infancia para que el yo emocional se pueda mostrar neutral y libre de la dualidad de los sentimientos, siendo realmente capaz de reflejar a los demás. Una Luna así nos hace comprensivos, compasivos y sensibles ante las necesidades de los otros; nos permite dar y recibir amor y no exigirlo.

En su cualidad más pura, la Luna representa nuestra capacidad de contacto despreocupado, es el niño juguetón que, alegre y sin malicia, se acerca a los demás; el niño libre e independiente lleno de alegría de vivir, abierto a nuevos encuentros y experiencias, que ve la vida como un juego divertido, sin inhibiciones para enunciar sus necesidades y expresar sus sentimientos de forma directa, que es consciente de sí mismo y se sabe amado porque es auténtico.

Desdichadamente, este niño libre y creativo es muy raro de encontrar en nuestra cultura. De todos modos, sea cual sea la posición de la Luna, siempre ejercerá una influencia decisiva sobre nuestra calidad de vida y nuestra alegría de vivir, puesto que de ella depende en gran medida nuestra capacidad de contacto. Como consecuencia de esto, la Luna participa de forma importante en muchos de los problemas que llevan a las personas a una consulta, sean cuestiones de relación de pareja, de educación, de salud o profesionales.

 

LA LUNA Y LAS RELACIONES

La crisis en las relaciones de pareja o la dificultad de encontrar una pareja adecuada son algunos de los motivos más frecuentes para acudir a la consulta de un astrólogo, muy a menudo con la esperanza de saber cuándo las estrellas serán favorables para el amor y aparecerá la pareja soñada, sin tener que cambiar o cuestionarse uno mismo. No obstante, el profundo y arraigado deseo de amor y de realización en una relación de pareja, la incapacidad de encontrarla y el sufrimiento que ello supone para la Luna, son una oportunidad para iniciar la investigación sobre uno mismo y el laborioso camino de autoconocimiento.

En psicología astrológica intentamos descubrir las causas internas de las dificultades en la relación mediante el modelo familiar, el modo en que hemos interiorizado las relaciones niño-madre, niño-padre y padre-madre y las posibilidades de contacto que hemos aprendido de ello. La primera relación con nuestra madre, o la persona que desempeñara ese papel, es esencial. De su cualidad dependerá nuestro comportamiento posterior, pues tenemos la tendencia a repetir ese modelo y considerarlo como único posible. Por ello, proyectamos en nuestra pareja la expectativas sobre una madre buena o mala hasta que reconocemos el mecanismo. La capacidad de nuestra madre real para satisfacer nuestras necesidades de amor y seguridad, pero también para soltarnos y dejarnos crecer, son decisivas en nuestras futuras relaciones. La relación con el padre debe ayudar a desprenderse de la unión exclusiva con la madre y a percibir alternativas. Si durante el desarrollo en la infancia nos quedamos atascados sin superar alguna de sus fases (simbiosis, desprendimiento y triangulación), será difícil establecer una relación madura de pareja.

La relación de los padres entre sí como pareja, que el niño experimenta desde su punto de vista, también influye en sus relaciones adultas. El modelo de esa relación, si transmitía al niño amor, seguridad y confianza o, por el contrario, miedo, rivalidad e inseguridad, tendrá unas consecuencias en sus relaciones posteriores.

Aunque tenemos el deseo de aportar todo nuestro ser a la relación de pareja y de comunicarnos con el otro a todos los niveles, en su mayor parte, la selección se produce basándose en motivaciones inconscientes, sobre la base de necesidades no colmadas de la Luna. Una Luna que no haya recibido atención seleccionará una pareja que satisfaga esa necesidad de recuperar y seguramente será extremadamente exigente desde el principio, descargando sobre el otro su vieja frustración y odio cuando no responda a sus demandas. Por otra parte, una Luna de la que se haya abusado, tendrá miedo de entablar una relación.

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