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Autor: Rosa Conticello
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SATURNO: TIEMPO, TRANSFORMACIÓN, CRISTALIZACIÓN (I)

 

La mejor introducción al conocimiento de Saturno nos viene ofrecida al examinar el ritmo de su ciclo: partiendo desde su posición natal el astro forma en torno a los siete años una cuadratura.
El espíritu se descuelga de lo imaginario y se despierta del sueño despidiéndose del "papá" natal y de los cuentos.

Alrededor de los 14-15 años, el astro pasa a la propia oposición.
Volviendo la espalda a su propio origen, el individuo se desapega de sus dependencias; es la edad en que al vínculo familiar, se comienza a preferir el de los "otros".

Con la siguiente cuadratura, a 21 años, una nueva rotura nos hace adultos, es justo el momento de dejar a los propios "viejos". El retorno del astro a su posición inicial, después de los 29 años, concluye un primer ciclo: después de haber echado raíces en la propia vida, a su vez quien ha sido generado genera, se convierte en padre o madre. En el curso del segundo ciclo de Saturno, con la nueva oposición de los 44-45 años, se inicia la separación de los propios hijos.
Con el segundo retorno cíclico de la sesentena, se pasa a otra generación, uno se convierte en abuelo, desaparecen los propios padres.

De este esquema podemos notar que si Saturno en el momento del retorno de los 30 "une", con ocasión de las dos oposiciones "rompe y deshace los vínculos".

Más que encarnar a los padres, Saturno tiene la función especifica de desapegarnos y sustraernos de ellos, para pertenecer a uno mismo, personalizándose, viviendo el rechazo de los propios tutores a través de un proceso de individualización.

Se trata de convertirse en adultos, es decir, libres, autónomos y responsables y de aceptar - también a riesgo de conocer la soledad - la pobreza existencial netamente saturnina. Saturno es una fuerza que corta, separa, aísla, dado que su temática fundamental está constituida por una serie de desapegos de todo tipo.

La odisea saturnina se inicia en el momento mismo del nacimiento: la evacuación desde el calido liquido amniótico nos empuja en el mundo hacia la primera gran sensación de frío de nuestra existencia mientras, el corte del cordón umbilical, primer golpe de hoz de Cronos, nos separa orgánicamente de nuestra madre; al frío que paraliza, se añade el miedo que hace temer lo externo, que nos hace retroceder en la vida y replegarnos sobre nosotros mismos.

La idea es clara: Saturno está presente desde nuestro primer minuto de vida. El neonato continua todavía a depender estrechamente de la madre y la alimentación se convierte enseguida en el centro vital del lactante, el pequeño ser se lleva todo a la boca en un procedimiento de incorporación.
La dependencia de la madre continúa más allá del factor alimenticio, ya que también es un vínculo psíquico. Se puede resentir eventualmente todavía del corte en el momento del nacimiento de un hermanito y con ocasión de cualquier ausencia de los familiares. En el mito, Crono/Saturno "devora" sus hijos para que no representen un peligro para él. De todos modos, se deberá enfrentar, antes o después, con el "material" que se intenta excluir, expulsar y del que se quiere deshacer.
Cronos, exiliado por su propio padre, lo castra y lo priva del trono, asumiendo él mismo el trono, pero desde aquel instante, su vida estará caracterizada por el continuo temor de... ¡sufrir lo mismo! Finalmente el destino se venga a través de Júpiter - uno de sus hijos -, quien consigue huir de las intenciones del padre gracias a un truco de Rea, haciéndole vomitar a los hijos ingeridos (el material expulsado) y destronándolo.

Reflexivamente, el sabio Saturno formula su ley al respecto: cuanto más profunda es la represión y más inconsciente se convierte el proceso que deriva de esto, tanto más autónoma se hace la parte excluida.
Los contragolpes del destino ofrecen siempre al sujeto la oportunidad de hacer las paces con la parte excluida y reprimida, re-admitiéndola. El guardián del portal representa entonces continuamente par el hombre la misma, vieja y experimentada historia, arreglada de manera diferente, hasta que el hombre decide limpiar el patio, perdonando a los otros y sí mismo, consiguiendo así que fluyan nuevamente sus sentimientos.

Es esencialmente "su" merito si nosotros evolucionamos, él de hecho nos libera de las cadenas de nuestros instintos, de la prisión de nuestras pasiones, nos muestra el camino que hay que recorrer para nuestra elevación intelectual, moral y espiritual.

Bien entendido, se trata del equilibrio superior de un Saturno vivido conscientemente y asumido voluntariamente. Pero, atención a asumir el Saturno positivo, el que mantiene la vida y la celebra en el fundamento más sólido, "el instinto de conservación".
El otro, el Saturno negativo, está presente en las manifestaciones auto-destructivas de culpabilidad, verdadero cómplice de la muerte.
Los principios de Saturno son la verdad, la responsabilidad de las propias acciones y el pragmatismo.

"Lo que un hombre siembra, recogerá", ¡qué tremenda es la responsabilidad que nos pone! Esto significa que Saturno no es punitivo, ni bueno ni malo, simplemente… ¡somos nosotros nuestro juez!
Pero ¿quien quiere juzgarse a sí mismo sinceramente y honestamente como requiere Saturno?

Escarbemos ahora un poco más en profundidad, Saturno representa el principio de la verdad terrena, él dice: Aquí estamos sobre esta tierra con dos piernas, dos brazos, dos ojos y cinco sentidos.

Puede ser que deseemos escondernos en la duodécima casa y luchar por la evolución espiritual, pero Saturno dice: amigo mío, esconderte no te llevará a ninguna parte, aprende a usar tus cinco sentidos y afróntate a ti mismo del mismo modo que afrontas la vida.

Puede ser que se utilice a Urano soñando con escapadas en el futuro o dándose a la causa de la humanidad, pero Saturno, el maestro del deber, dice: antes de nada debes aprender quien eres, antes de poder enseñar a los otros.
Ciertamente, debe ser glorioso surgir de las cenizas como el ave fénix, como se esfuerza en hacer Plutón, pero Saturno, el maestro, dice: no puedes trasformarte hasta que no te hayas formado.
No huyas a la vida ¡vívela por encima de todo! Saturno es el regente de la casa X, el punto más alto del tema, es a lo que es necesario llegar en esta encarnación terrena, representa nuestro ego y aquí nosotros vivimos las experiencias de nuestros conflictos y de nuestras inseguridades más grandes.

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