En la actualidad Capricornio acostumbra a representarse
con la imagen de una cabra. Pero la representación
tradicional, y todavía la más frecuente,
es la de un ser mitad cabra mitad pez. En los primeros
tiempos del simbolismo babilónico, Capricornio
era una cabra con cuernos y una cola como la de las
sirenas. La tradición astrológica griega
ensortijó esta cola. Los primeros manuscritos
astrológicos medievales mostraban a Capricornio
con un aspecto muy similar al original babilónico,
pero en la Baja Edad Media la tradición astrológica
adoptó la forma de la representación griega.
Es esta imagen la que aparece en la mayoría de
las representaciones zodiacales de los templos y catedrales
de Francia e Italia.
La conjunción de la cabra y el pez no constituye
de ningún modo una rareza histórica, ya
que está repleta de significado y refleja además
la personalidad de Capricornio. La tradición
astrológica insiste en que Capricornio aspira
a vivir bajo la luz del día; es como una cabra
montés que se esfuerza siempre en subir hacia
arriba. Es un admirador de lo superior, y es también
ambicioso, procurando ponerse siempre a la cabeza de
su profesión.
La cola del pez representa, sin embargo, el elemento
del temor en la naturaleza de Capricornio. Representa
la muchedumbre en la cual lo individual se funde y pierde
su propia identidad. La acuciante ambición de
superioridad de Capricornio se debe, en parte, a su
deseo de separarse del rebaño, de lo que intuitivamente
califica de mediocre.
La representación de Capricornio es una parábola
de la lucha por encontrar un lugar en la vida de las
naciones civilizadas. En el momento actual de su evolución,
el Hombre se esfuerza por romper con el espíritu
de masas (la cola del pez) en el que sumerge su propia
identidad y su lucha personal con las exigencias generales
del grupo.
Es interesante observar que en la actualidad la imagen
del pez-cabra ha sido sustituida en varias ocasiones
por la de la cabra. Es como si los argumentos inconscientes
que determinan el desarrollo y la evolución de
los símbolos contemplaran sólo el aspecto
externo de Capricornio, es decir, su ambición,
su preocupación por el status, etc. Al ignorar
la cola del pez de Capricornio, se ignoran también
el miedo y la soledad que constituyen su esencia.
Es difícil precisar con exactitud el momento
a partir del cual empezó a aparecer la imagen
de simple cabra, pero la representación que figura
en un fabuloso esquema zodiacal inglés conservado
en el Merton College de Oxford es de fecha muy temprana:
fue tallada en el año 1497; en aquel momento,
muy pocos astrólogos debían de considerar
a Capricornio bajo otro aspecto que no fuera el del
pez-cabra.
El símbolo de Capricornio es poco más
que el dibujo esquemático de dicho pez-cabra:
la parte del símbolo con forma de "V"
representa el cuerpo curvo, y el rasgo final representa
la cola retorcida. Curiosamente, este símbolo
se desarrolló más o menos en la misma
época que la figura de la cabra, como si fuera
necesario expresar, por lo menos en el símbolo,
la dualidad de Capricornio.
El siguiente signo del zodíaco, Acuario, se
representa con la imagen de un hombre que vierte el
agua de una enorme jarra. Sin embargo, existe modernamente
una tendencia a convertir esta figura en una mujer.
La imagen parece derivar, en sus orígenes, de
la figura de Hapi, dios del Nilo que vertía el
agua de dos jarras. Existía incluso una primitiva
representación babilónica de un dios que
sujetaba un cántaro de agua, pero que tenía
también el poder de verter agua de sus propias
manos.
El nombre babilónico de Acuario puede significar
tanto "gran estrella" como "constelación
del gran hombre". Esta última designación
es interesante, porque más tarde, cuando Acuario
fue adaptado a la simbología cristiana, conservó
su naturaleza a la vez divina y humana. Cuando los cuatro
signos "fijos" del zodíaco pasaron
a ser símbolos de los cuatro evangelistas, Acuario
representó a san Mateo. Aunque constituía,
de los cuatro, el símbolo humano, fue representado
con alas, lo cual subrayaba su naturaleza angélica
y espiritual. La representación cristiana incluía
además un pliego de pergaminos o un libro del
que procedían los poderes espirituales, en lugar
de la jarra de agua.
Con el paso del tiempo, el elemento humano fue enfatizado
a expensas del divino. Mientras la imagen de la constelación
se representaba habitualmente como un hombre o una mujer
alados, la imaginería zodiacal más popular
empezó a mostrar a Acuario como un ser humano
desprovisto de alas, como si el antiguo dios hubiera
descendido a la Tierra.
Las finas líneas en zig-zag que simbolizan a
Acuario son consideradas generalmente como dibujos de
las olas del agua. Y sin embargo Acuario, a pesar de
su nombre, es uno de los signos de aire. Algunos astrólogos
modernos aseguran que el dibujo muestra una corriente
eléctrica, pero no existe fundamento histórico
alguno para esta afirmación.
En realidad este símbolo no encierra grandes
misterios, ya que las líneas en zig-zag derivan
de los primeros símbolos medievales, que representaban
sin ninguna duda el agua que fluía de la jarra
de Acuario. El elemento más importante es el
que permanece invisible: el espacio entre las dos líneas.
En él vemos el aire que separa las dos corrientes,
el aire que "circula entre las dos líneas
de la vida", el espacio cósmico que permite
la vida de los objetos. Mientras Leo rige el corazón
y la sangre, Acuario rige la circulación, cuya
principal función es el transporte del oxígeno
-que a su vez procede del aire- a todo el cuerpo.
Los primeros zodíacos incorporan el símbolo
de Piscis como un par de peces que nadan en direcciones
opuestas. Sin embargo, en los relieves egipcios de Dandara
los dos peces aparecen nadando en la misma dirección,
y sus colas están unidas por un hilo. Fue la
primera de estas dos antiguas representaciones la adoptada
finalmente por los astrólogos medievales, de
forma que todos los zodíacos clásicos
muestran a los dos peces nadando en direcciones opuestas,
enlazados por un hilo de plata que sujetan firmemente
en la boca.
Interpretaciones posteriores de esta imagen sugieren
que los dos peces representan la dualidad de la naturaleza
humana: el espíritu y el alma, visualizados en
continuo enfrentamiento. El espíritu permanece
alejado del dominio físico de la Tierra y se
limita a zambullirse en él de vez en cuando,
permaneciendo a pesar de todo libre y sin mancha. El
alma, por su parte, empieza a estar contaminada por
el mundo material. El espíritu aspira a ascender
y es libre; el alma es atraída hacia abajo por
la Tierra. He aquí la oposición simbolizada
por los dos peces. La cuerda que los une es el "cordón
de plata", el lazo que une espíritu y alma
durante la vida, pero que se rompe con la muerte.
Este nivel de interpretación pasa enteramente
por alto el terreno de lo físico: los dos peces
nadan en las aguas del espíritu y del alma, y
el temperamento Piscis se concibe como el habitante
natural del reino espiritual, como el que persigue la
realización de la belleza en el arte y en la
poesía.
Los primeros cristianos relacionaban el símbolo
del pez con Cristo. Esta conexión fue reforzada,
en la estructura del zodíaco, a través
del signo de Piscis: éste se oponía directamente
al signo de Virgo, que en los primeros tiempos del cristianismo
fue asociado con la Virgen María. No resulta
sorprendente que ciertas pinturas y esculturas cristianas
primitivas muestren a una mujer llevando, o incluso
amamantando, a dos peces: tales imágenes pertenecen
a la tradición esotérica que pretendía
conectar la astrología pagana con la fe cristiana.
En algunos casos la imagen de los peces gemelos es sustituida
por la de un solo pez, a menudo un delfín, que
fue el primer símbolo de Cristo; éste
es el caso del Piscis que figura en el zodíaco
del Merton College.
La vida es mucho más, de lo que se cree ver.
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Representación
de Capricornio en el zodíaco labrado de la
abadía de Vézelay. La extraordinaria
imagen del pez-cabra es tan antigua como la astrología
babilónica. |
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Los peces, al indicar
dos direcciones opuestas, simbolizan el espíritu
y el alma en esta vidriera de la catedral de Chartres. |
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Acuario, aparece aquí
en un altar danés, sujetando un libro en
lugar de un jarra.
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