¿Qué es la astrología?
Desde hace más de cuatro milenios el hombre
observa sistemáticamente el cielo tratando de
establecer regularidades y analogías con los
eventos terrestres, con la doble finalidad de la búsqueda
de seguridad y la prevención de las dificultades
que inevitablemente se presentan.
De Mesopotamia a Grecia, del mundo romano al árabe,
desde el Renacimiento a la crisis del Iluminismo, desde
el auge del siglo XIX a la actual difusión, la
astrología es un fenómeno cultural del
que, sea cual sea, la historia de las civilizaciones
no puede prescindir, independientemente del juicio que
pueda hacerse sobre sus fundamentos teóricos
y sobre su práctica. (cfr. E. Garin, Lo Zodiaco
della vita, ed. Laterza).
La más importante sistematización del
corpus teórico astrológico se la debemos
a Claudio Ptolomeo.
En su Tetrabiblos realiza la primera distinción
entre astronomía, la ciencia exacta
del movimiento de los astros y astrología,
la ciencia, no igualmente exacta, de la relación
entre los fenómenos celestes descritos por la
astronomía y la vida en la Tierra.
Ptolomeo, a diferencia de quienes todavía hoy
hacen grandes previsiones, sabía bien que las
hipótesis astrológicas sí son probables,
pero no ciertas, dado que se aplican a un sujeto complejo
como es el hombre. Es más, en los primeros siglos
de nuestra era, la confianza en las respuestas que daban
los astros era tal que este hecho obligó a los
Padres de la naciente Iglesia Católica a pronunciarse
en defensa del libre albedrío respecto a las
inclinaciones de los astros comúnmente
aceptadas (astra inclinant, non necessitant,
Santo Tomás de Aquino).
En la historia de la astrología el momento
más oscuro es probablemente el Iluminismo, al
menos en alguno de sus excesos, que llevó a la
negación a priori de cualquier teoría
no basada en el empirismo de la ciencia experimental.
La astrología, fuera de las Universidades, pervivió
a duras penas, con numerosas deformaciones, en los almanaques
campesinos, en los fragmentarios saberes ocultos de
los que se decían a sí mismos magos o
adivinos y en los conocimientos elitistas reservados
a estrechos círculos esotéricos. El resurgimiento
se produce entre finales del XIX y principios del XX,
gracias a la difusión de las teorías teosóficas
y a la reevaluación de las disciplinas del saber.
Pero todavía se trataba de una astrología
llena de residuos medievales, con un fuerte contenido
determinista, heredera de la cultura dominante que veía
en la ley de causa y efecto una de las leyes en que
se fundamenta de la vida.
Será necesario esperar a Carl Gustav Jung (cfr.
C.G. Jung, La sincronicità, ed. Boringhieri),
para liberar a astros y hombres de esta relación
de dependencia, recuperando la dimensión simbólica
de esta disciplina y haciendo libre al hombre para que
viva su constelación interior según sus
propios valores.
Una bella definición de astrología me
parece ésta acuñada recientemente por
Liz Greene: La astrología es un sistema
simbólico. Es una lente que utiliza un género
particular de imágenes o modelos simbólicos,
para dar un sentido a los modelos de vida más
profundos que, de otro modo, serían difíciles
de comprender a nivel intelectual." (cfr. L. Greene,
en Linguaggio Astrale n.128/2003, ed. CIDA).
Bases astronómicas de
la astrología
Vistos desde la Tierra, los planetas del sistema solar
parecen girar alrededor de nosotros a lo largo de una
banda, el Zodiaco, que circunda simbólicamente
el globo terrestre.
Esta visión geocéntrica es
solo uno de los innumerables puntos de observación
del sistema solare: desde la Luna tendríamos
otra visión, del mismo modo que desde Marte o
desde el sol.
Los astrónomos reprochan a los astrólogos
su obstinación en el uso del punto de vista geocéntrico,
como si esto fuera debido a la ignorancia del modelo
de Copérnico. Querría preguntarles a ellos:
¿Cuál sería la utilidad de una
representación del sistema solar visto desde
el sol? ¿Acaso nosotros vivimos allí?
Nosotros mantenemos la visión geocéntrica,
por el simple hecho de que nuestra vida y nuestras experiencias
se desarrollan sobre este planeta, aquí confluyen
y se imprimen en nuestro ánimo las imágenes
y los símbolos que observamos en el cielo estrellado...
Por otra parte, es importante tener presente que la
infinita variedad de relaciones angulares entre los
planetas (armónicas, disonantes, consonantes)
suceden teniendo como punto focal al individuo, en su
existencia en un lugar dado y en un tiempo dado.
La astrología nos permite reconstruir la cualidad
del tiempo en el que sucede un evento, un comienzo,
sea eso un nacimiento, la fundación de una ciudad
o el mero hecho de trasplantar una maceta.
Para hacerlo, utilizamos los instrumentos de la astronomía,
reconstruyendo exactamente la situación del sistema
solar, visto desde el lugar mismo donde se desarrolla
el evento y en ese preciso momento. Diseñamos
entonces el sol, la luna y el cerco del zodiaco, con
los planetas desde mercurio a plutón, en el cerco
de las doce casas, los doce sectores en el que dividimos
la bóveda celeste vista desde la tierra, desde
un preciso punto.
Carta del cielo
Los elementos objetivos de un tema de nacimiento son
entonces:
-· Posiciones planetarias del sistema solar
·- Posiciones de los planetas desde un punto
dado del globo terrestre (lugar de nacimiento)
·- Distancia ente los planetas expresadas en
ángulos.
Partiendo de tales elementos, el astrólogo
elabora su propio análisis, teniendo en cuenta
los principios de la disciplina y del contexto social
y cultural en el que se desarrollan las potencialidades
expresadas en la carta natal. Solo llegados a este punto,
el astrólogo podrá avanzar hipótesis
realistas relativas al carácter, al temperamento,
a las predisposiciones y a las capacidades del individuo
al que se refiere el tema.
Astrología y ley de sincronicidad
Aunque no todos los astrólogos comparten esta
teoría, una de las explicaciones más lógicas
del por qué la astrología funciona,
teniendo en cuenta su aparente irracionalidad, es el
principio o ley de sincronicidad, formulado
por Carl Gustav Jung.
En su ensayo Sobre la sincronicidad, Jung
explica las bases de las diversas formas de adivinación
con una única ley, hasta aquel momento desconocida,
que permitía superar el mecanicismo del tan difundido
y aceptado principio científico de causa
y efecto. Mediante esta ley, Jung afirma que no
todos los fenómenos conectados tienen una relación
por la cual uno es causa de otro. Dos fenómenos
pueden estar en relación de significado,
no causal, y de sincronicidad. Así,
si yo observo el vuelo de los pájaros para sacar
los auspicios relativos al resultado de una batalla
que se produce a miles de millas de distancia, este
fenómeno no es causa de nada, simplemente, la
indica, es un significador. Del mismo modo,
las posiciones planetarias en el momento del nacimiento
de un individuo, no lo influyen de algún
extraño modo, sino simplemente indican su naturaleza:
Como es arriba, es abajo (Tabla Esmeralda,
Hermes Trismegisto).
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