La práctica de la astrología es una de
las actividades más complejas y delicadas que
existen, por tantos vericuetos como presenta, desde
las premisas teóricas a las técnicas,
a los aspectos psicológicos, humanos y éticos.
Seguramente, dos son los ingredientes esenciales para
una aceptable práctica de la astrología:
sensibilidad y experiencia. No es raro, de hecho, constatar
como la falta de una de las dos componentes, incluso
en presencia de una amplia y puntual preparación
teórica, se resuelva en una relación de
escasa utilidad para el consultante.
A menudo se piensa que la astrología, en su
aspecto práctico, puede tener una vaga semejanza
con el "setting" psicoterapéutico:
análogos preparativos, la duración, el
coloquio, la autoridad atribuida por el consultante
al experto
Hay prestigiosos autores que han favorecido
una cierta tendencia "psicologista" en la
práctica astrológica, hasta generar la
idea de una estrecha afinidad entre la práctica
astrológica y la psicoanalítica. Sin embargo,
a mi modo de ver, forzar las analogías más
allá de algunos puntos de contacto entre las
dos disciplinas, que no pueden y no deben ser asimiladas,
por diversos validos motivos, es un gran error.
Desde el punto de vista objetivo, las dos disciplinas
son profundamente diferentes. La psicología,
aún con sus áreas de incertidumbre y lejana
del estatus de ciencia, posee de todos modos un corpus
doctrinario y metodológico consistente. Incluso
en parte, cuenta con rigor objetivo, especialmente algunas
de sus corrientes. La astrología, por su lado,
es una disciplina que, prescindiendo conscientemente
de su "cientifidad" (excepto algunas corrientes,
como la cosmobiología), se funda sobre una visión
del mundo que introduce sus raíces en el hermetismo
y el pensamiento mítico-mágico, configurado
por símbolos, por sincronicidades, por la concepción
no-lineal del tiempo y por una visión de la realidad
como unidad a diversos niveles de densidad. Al fin y
al cabo, todo esto convierte la práctica astrológica
en más cercana al arte que a la ciencia moderna.
Pasando al punto de vista subjetivo, notamos como,
en general, el astrólogo tiene una preparación
que, por más que sea muy amplia y profunda, que
esté basada sobre experiencia y sensibilidad,
es siempre personalísima y, en la mayor parte
de los casos, no sujeta a valoraciones externas (encomiables
son, a propósito de esto, los esfuerzos que el
CIDA esta llevando a cabo desde hace años en
esta dirección). En todo caso, aunque tenga su
titulación, el astrólogo deberá
hacer... "de astrólogo"; es decir,
deberá moverse en un complejo mundo hecho de
símbolos arquetípicos, en el que de entre
múltiples significados deberá escoger
el justo en una circunstancia dada para una persona
específica. El otro sujeto de la consulta, el
cliente, es en general diferente del típico cliente
del psicólogo, aparte de la consideración
obvia de que en ambos casos se trata de una relación
de ayuda. ¿Cuales son las diferencias fundamentales
entre los dos clientes? Mientras el consultante, a menudo
lleno de incertidumbre, está a la búsqueda
de seguridades, de confort, de consuelo o, aún
peor, de absoluciones; el cliente del psicólogo,
en general, parte de una situación de malestar
de la que ha decidido salir, por tanto los contornos
del "setting" son bastante claros. El cliente
del astrólogo es casi siempre una persona que,
aún estando también en una situación
de malestar, aún no ha decidido cambiar, solo
desea aliviar su ansia o el sentido de culpa u otros
sentimientos de inquietud.
El riesgo, entonces, es que el astrólogo, desde
el momento en que acepta la consulta, se encuentre una
y otra vez condenado a escuchar infinitas veces las
preguntas obsesivas de los clientes, no tan interesados
en conocerse a sí mismos, en su íntima
esencia astral, como en sentirse seguros frente a un
futuro que ven amenazador o aliviados con perspectivas
de cambio de un presente que no les satisface.
La práctica de la astrología se devaluará
respecto a la importancia que debe tener una consulta,
mientras el astrólogo se preste a satisfacer
estos reclamos extremadamente reductivos del consultante.
El astrólogo debería siempre tener bien
presente tanto la peculiaridad de su disciplina (que,
incluso con sus límites, tiene una potencialidad
de transformación real y profunda), como la finalidad
de su profesión. Su "misión"
es calcular correctamente los elementos celestes del
tema natal y ofrecer con sensibilidad y claridad el
sentido que él ve en aquella particular existencia,
relacionándolo con la situación real vivida
por el consultante.
Partiendo de un buen análisis del tema natal,
se podrán sucesivamente hipotetizar los desarrollos,
las posibles alternativas que se presenten para cada
momento. La consulta podrá entonces convertirse
en una útil herramienta para poner al consultante
frente a su mundo interior; gracias a la mediación
interpretativa del astrólogo, que en este sentido
deberá ser un maestro en el arte de interpretar
los signos celestes, dejando que se expresen sin forzarlos.
Considero importante que el astrólogo esté
lo más posible en sintonía con el consultante,
y que para ambos el momento elegido sea favorable. Si
es necesario, es mejor cancelar o posponer para otro
momento más propicio aquellas consultas que se
presenten como problemáticas. No parece de excesiva
prudencia la practica de redactar, antes del encuentro,
además del tema del cliente, la comparación
con el tema del astrólogo y los tránsitos
sobre ambos temas.
Este artículo ha sido publicado en el número
130, de abril del 2004, de "Sestile" ("Sextil"),
revista del "Albo Professionale Nazionale degli
Astrologi", patrocinado por el C.I.D.A, Centro
Italiano de Disciplinas Astrológicas.
Traducido del original italiano por Astro-Campus.
|