Con Neptuno dominante* en un tema natal (y a menudo
también cuando destacan el signo de piscis o
la duodécima casa), difícilmente se habla
de individuos con personalidades comunes: sea cual sea
el signo solar, el signo lunar o el Ascendente, tendremos
de frente a sujetos diferentes, extravagantes, artistas,
idealistas, a menudo "más allá de
los límites". Neptuno, de hecho, es simbólicamente
el planeta de las aguas, de lo Absoluto, de la desaparición
de los límites. Un límite levantado por
Saturno y demolido por Urano, mientras Neptuno está
más allá. Quien está fuertemente
influenciado por este planeta lleva propiamente una
vida "al límite": suspendido, a menudo,
entre realidad e ilusión, entre materia y espíritu,
entre hedonismo egoísta y sublime espíritu
de sacrificio, entre genialidad y locura, entre el vivir
en una "comuna" y el retirarse en completa
soledad, entre distracciones excesivas y percepciones
nítidas del inconsciente colectivo y de las leyes
de la naturaleza.
En este artículo haré una síntesis
de lo que este planeta puede simbolizar en la interpretación
astrológica.
Desde el punto de vista astronómico, Neptuno
se descubre en el 1846: apenas dos años después
tendremos el "'48" en Europa, con toda su
carga idealista de los movimientos de insurrección;
siempre de 1848 es el "Manifiesto del Partido Comunista"
de Marx y Engels, proclama de la próxima llegada
de la "utopia" a la Tierra; son, además,
los años en que el concepto de inconsciente comienza
a tomar forma, los experimentos tratan de demostrar
la existencia del más allá, el Romanticismo
recupera los sentimientos, después de la borrachera
racionalista del Iluminismo.
Pero no podemos analizar Neptuno sin encuadrarlo en
la función compleja de transformación
simbolizada por los planetas trans-saturninos. Es necesario,
pues, alguna consideración aunque sea breve acerca
del paso desde el tradicional esquema planetario (hasta
saturno) al actual.
Con Saturno estamos en el "límite",
tocamos los confines de nuestra condición humana.
Es el ultimo de los planetas visibles a ojo desnudo.
Además, para los antiguos, no había otras
posibilidades, otros planetas. El juego de la vida se
jugaba en el transcurso de las edades: La infancia-Luna,
la juventud-Mercurio, la edad adulta-Sol, la madurez-Júpiter,
la vejez-Saturno. Pero la Humanidad en conjunto, crece,
se desarrolla. El germen espiritual del que cada ser
humano es portador es un potente factor de cambio: desde
el estado salvaje, el hombre inicia un camino que, al
principio en periodos de tiempo larguísimos y
después siempre más acelerados, lo lleva
a superar sus mismos limites físicos señalados
por saturno. En el intento de dominio sobre las fuerzas
de la naturaleza, el hombre, mediante invenciones y
descubrimientos, llega a operar cambios inimaginables
no solo en el campo material, también en el moral
y espiritual. De la ley del talión a la ley del
perdón, de la sociedad esclavista a las afirmaciones
de la declaración de los derechos del hombre
y del ciudadano. Sus instrumentos de observación,
cada día más sofisticados, le permiten
aumentar sus conocimientos acerca de lo infinitamente
grande y lo infinitamente pequeño.
Y, según la norma hermética, como es
arriba es abajo, por la ley de la sincronicidad, en
1781, en plena Revolución Industrial, tras las
revoluciones americana y francesa, William Herschel
descubre un nuevo planeta, Urano, más allá
de la orbita de Saturno, un planeta cuyo eje está
tan inclinado respecto al plano de la elíptica
(82°!) que lo convierte en diferente a todos los
demás, además de la particularidad del
movimiento retrogrado de sus cinco satélites.
La humanidad da un salto evolutivo: se trata de una
potencialidad que se abre. La rotura de los equilibrios
naturales, en una primera fase, llevará sobre
todo a un desarrollo de usos, esquemas y valores milenarios,
que creará también fuertes reacciones
contrarias. Y tras Urano, se descubre a Neptuno y finalmente
a Plutón (1930).
Es ya comúnmente aceptado, en astrología,
considerar a Urano, Neptuno y Plutón planetas
que, tras los primeros cinco planetas Mercurio, Venus,
Marte, Júpiter y Saturno, retoman la secuencia
en un nivel más alto, representando la esencia
más elevada, podríamos decir, musicalmente,
la octava superior. Así, Urano es la octava superior
de Mercurio, Neptuno lo es de Venus y Plutón
de Marte.
Es importante, entonces, para un trabajo de interpretación
astrológica que sea de auténtica ayuda
a los consultantes, tomar en atenta consideración
a estos tres planetas transaturninos, insertándolos
en la perspectiva de la evolución individual,
percibiendo los indicios a la vista de la transformación
del sujeto, mas que en la conservación y defensa
de su "status quo". Si el individuo se opone
a las energías de los planetas transaturninos,
si dará, con muchas probabilidad, la manifestación
negativa de su simbolismo. En este sentido los tres
planetas requieren una adecuación de la personalidad:
con Urano una superación de los viejos esquemas,
con Neptuno una apertura a las otras dimensiones de
la vida, sea en vertical (misticismo) o en horizontal
(humanitarismo) y con Plutón una fuerte acción
creativa y de transformación.
Neptuno participa en la tarea de transformación
individual y colectiva, disolviendo cuanto ya Urano
había destruido, preparando el terreno a la regeneración
de Plutón, energía creativa. Neptuno simboliza
una energía que vibra en un nivel tan elevado
que provoca la disolución de esquemas y barreras
espacio-temporales, elevándose a una dimensión
espiritual, trascendente. Su influenza pone a prueba
la capacidad de un individuo para enfrentarse a las
dimensiones más etéreas de la realidad,
con aquel inconsciente colectivo junghiano, parecido
al akasha hindú, que contiene la memoria de todo,
más allá del tiempo y del espacio. La
irrupción de tales contenidos en una mente ya
predispuesta y estructuralmente fuerte, con un sólido
sentido de la realidad, puede favorecer el proceso de
"iluminación", el surgimiento de capacidades
intuitivas, de ideales universales, de amor cósmico,
de comprensión de las más profundas leyes
de la naturaleza (no podemos no pensar en Einstein y
en su Ley de la relatividad", intuida antes que
demostrada con cálculos matemáticos).
Por otro lado, su efecto sobre los sujetos que no han
elaborado ni refinado sensibilidad alguna podría
ser explosivo y llevar a estados de ánimo negativos,
confusión, incertidumbre, errores de percepción,
hasta llegar a verdaderas formas de alienación
mental. Prevenir a tiempo tales riesgos, sobre todo
en sujetos cuyos temas natales indiquen una predisposición
hacia estas dificultades de integración, se convierte
en algo de suma importancia, tanto más que el
objeto astrológico nos permite indicar con relativa
precisión cuando el sujeto atravesará
un momento difícil, ya sea interior o de tipo
relacional.
Querría traer a colación, respecto a
estas observaciones, dos ejemplos que parecen expresar
bien aquello que comporta el efecto Neptuno, uno a nivel
colectivo y otro a nivel individual.
A finales de los 60, soplaban vientos de cambio, de
nuevas fronteras, "la imaginación al poder"...
En Italia, en 1969, tuvimos el Otoño Caliente
y la proliferación de corpúsculos revolucionarios
de corte social y político que, tras una fase
de gran euforia, tendrán su trágico desenlace
en los movimientos del 77, la P38, la Autonomía
Operaia... ¿Qué estaba sucediendo? Análisis
sociopolíticos aparte, un fenómeno tan
extenso, que implicó a millones de personas,
se presta a un análisis astrológico. Desde
finales del 42 hasta finales del 46, Neptuno atravesó
el signo de Libra. Desde el 48 hasta mediados del 56,
Urano transita por Cáncer, formando sobretodo
en los años 52-56 una cuadratura, naturalmente
con un orbe variable, pero medianamente estrecho (3-4°).
Los nacidos entre el 42 y el 51 (más o menos)
tuvieron, además de un fuerte empuje idealista
volcado en lo social, la neutralidad de Urano, además
del prolongado sextil de Plutón, en Leo (desde
alrededor del 45 al 60). Sobre esos singulares temas
de nacimiento tales aspectos se combinan de diferentes
formas y dan lugar luego a caracteres diferentes.
No obstante, la presencia de esta combinación
Neptuno en Libra, cuadrado a Urano y sextil a Plutón,
convierte en muy probable la manifestación, dentro
de la estructura de la personalidad, del deseo de una
sociedad diferente, justa (Neptuno en Libra), la contestación
de los esquemas socio-familiares tradicionales (Urano
en Cáncer) y una gran creatividad y alegría
de vivir (Plutón en Leo). Cuando los nacidos
en los años 1952-1956 entran en el mundo de los
adultos, no se sienten bien, quieren cambiarlo, rápida
y radicalmente, sustituyendo los viejos valores por
los nuevos: independencia, justicia social, sexualidad
vivida con libertad, contestación del principio
de autoridad: son los "hippies", los "hijos
de las flores" de la segunda mitad de los años
sesenta: ¡"La Imaginación al poder"!
Desafortunadamente, la cuadratura de Urano en el signo
de Cáncer debilita las capacidades operativas,
organizativas, de análisis lúcido de las
situaciones y lleva, casi inevitablemente, al fracaso
de un proyecto ambicioso pero irreal, utópico.
Las flores se marchitan y el duro enfrentamiento con
la realidad llevará a los más sensibles
hijos de esta generación a las salidas que todos
conocemos: de un lado las drogas y por el otro a la
lucha armada, fuera de cualquier consideración
real políticamente ( los 70).
El segundo ejemplo corresponde al efecto Neptuno en
un horóscopo individual. En las consultas es
frecuente observar como la presencia de un Neptuno disonante
se traduce en la dificultad para encuadrar objetivamente
las situaciones que vive el sujeto, en cualquier campo
que se manifieste la disonancia. La típica necesidad
de disipar dudas acerca del amor infeliz, la obsesión
al preguntarse si la pareja volverá, si el nuevo
amor durará, si es el hombre o la mujer idóneos,...
vienen sobre todo de consultantes en cuyo tema natal
resaltan fuertes valores neptunianos (también
cuando destacan el signo de piscis o la duodécima
casa). La tendencia a anular la propia personalidad
en una relación, a idealizar, engañarse,
no aceptar la realidad, caer en errores clamorosos,
la sensación de que nadie pueda satisfacer las
propias expectativas, son características recurrentes
en los sujetos con precisos aspectos astrológicos,
como Venus en casa XII o en aspecto fuerte con Neptuno,
la quinta casa en el signo de Piscis o con su regente
en relacione a Neptuno/Piscis/casa XII.
Personalmente, creo que difícilmente se puedan
llegar a demostrar estadísticamente tales correlaciones,
come querrían los autores de una "astrología
científica", pero afortunadamente nuestra
experiencia y sensibilidad nos permiten no tener dudas
sobre su veracidad. El ejemplo que presento es solo
uno de los numerosos casos en que Neptuno juega un rol
fundamental en la personalidad del sujeto.
Siendo una mujer con Sol y Ascendente en Escorpión
y la Luna en el concreto y racional signo de Virgo,
Anna tiene a Neptuno en posición fuerte, en la
casa I / Escorpión, conjunto a su Sol y al Ascendente,
en sextil con la Luna y Plutón. Notamos también
que Neptuno rige la quinta casa / Piscis y que Venus
está en la casa XII / Libra, conjunta a Mercurio
y cuadrada a Saturno. Para evitar interpretaciones que
podrían ser consideradas subjetivas, no trazaré
el perfil de la personalidad de Anna, pero indicaré
algunos hechos objetivos de su vida. Licenciada en ingeniería
informática, guitarrista y líder de un
grupo musical consolidado, mánager en una impresa
de proyectos de software; matrimonio a 33 años,
separación a los 35; hoy tiene 42 y sin pareja.
No he querido relatar los eventos relativos a la difícil
vida afectiva de Anna, por atenerme a una exposición
objetiva, no discutible. Una mujer de grandes capacidades,
racionales y artisticas, de éxito en la carrera
profesional y con numerosos amigos, se convierte en
una figura frágil, insegura y confusa apenas
entra en el campo del amor. Elecciones equivocadas,
desengaños, desilusiones y mentiras constelan
su vida afectiva y matrimonial (Venus rige la séptima
casa). ¿Un destino inevitable? Ciertamente no,
pero siempre con la condición de superar algunos
obstáculos; en particular, teniendo en cuenta
a la Venus de la casa XII, la lección que debe
aprender es que el amor deberá ser acompañado
de afinidad espiritual, deberá contener el deseo
de absoluta renuncia de Neptuno. No se deberá
buscar una pareja que salvar, que liberar, sino amarse
primero ella misma, aceptándose y elevando la
sensualidad venusiana a las vibraciones superiores.
Tarea nada fácil, pero hacia la que el astrólogo
deberá decididamente orientar a un sujeto que,
en caso contrario, correrá el riego de pasar
de una desilusión a otra.
Una persona que vive fuertemente el simbolismo de Neptuno,
tiene necesidad de elaborarlo también con técnicas
o terapias que expanden la conciencia y que lo llevan
a la visión de su conexión con el todo.
Solo de este modo Neptuno puede llevarnos de la ilusión
a la iluminación.
Traducido del original italiano por Astro-Campus.
|